¿Os imagináis qué emociones y pensamientos rondan entre los niños que en estos días dan comienzo al nuevo curso escolar? Quizás nos encontraríamos con niños con una gran ilusión por encontrarse con sus amigos, compartir confidencias y juegos en los recreos; quizás también nos podríamos encontrar con niños expectantes ante una experiencia desconocida, en la que pueden surgir dudas e incertidumbres acerca de sus compañeros, como será su profe, ante la posibilidad de aprendizajes exploratorios o por lo contrario, aprendizajes repetitivos; sin embargo, por otro lado, es posible que exista un porcentaje de niños que dan inicio al curso, con una serie de profecías, en algunos casos, por desgracia, ya cumplidas, ante el temor al rechazo de sus compañeros (“ojalá y este año me dejen en paz”) o con pobres ilusiones ante su aprendizaje (“ojalá este curso termine pronto”) e incluso aquellos que se preguntarán “¿se habrán dado cuenta de que existo?”. Además, en el caso de las niñas, incluso nos podríamos encontrar con incertidumbres del tipo: “¿dejarán de decirme que saco buenas notas porque soy responsable?”, “¿valorarán que yo también soy inteligente?”, “¿me pedirán que dé explicaciones cuando levanto la mano, en vez de ignorarme porque saben que sé la respuesta?”, “¿dejarán de meterse conmigo mis compañeros y compañeras diciendo que soy una empollona y la favorita del profesor?”.
“Soy vuestro profesor, y me encantaría daros la bienvenida a cada uno de vosotros, quiero daros las gracias por participar y ayudar a que este curso sea “casi” perfecto”. Seguidamente el profesor, solicitaría las aportaciones de cada alumno para poder crear un proyecto plural y compartido, que crease un curso “casi” perfecto. ¿Os imagináis qué sentiría un niño si el primer día escucha estas palabras? ¿Se sentiría importante? ¿Se sentiría que se le tiene en cuenta? ¿Necesitaría actuar de manera que haga daño a los demás?
Suena a utopía, ¿verdad? Sin embargo, cada miembro de la comunidad educativa podemos poner algo de nuestra parte para encaminarnos hacia la unión de objetivos comunes, como puede ser mediante: proyectos, desarrollar la pertenencia e importancia, favorecer la motivación junto la responsabilidad y el empoderamiento.
El participar en un proyecto común, como puede ser el objetivo de crear un curso “casi” perfecto (insistimos en el CASI, pues la perfección es meramente imposible y no queremos fracasar en esta expectativa), nos lleva a poder desarrollar los siguientes valores:
-Pertenencia: Sentir que pertenezco a mi grupo de clase, que ocupo un lugar entre mis iguales, que me respetan y mi esfuerzo y trabajo es útil.
-Importancia: Soy importante dentro de mi grupo de clase, así tanto mis padres como mi profe y mis compis reconocen mi labor. Mi esfuerzo lleva a conseguir un proyecto común.
-Motivación: Ser consciente que mi esfuerzo en realizar mi tarea y el tiempo que le quito a aquellas actividades que también me gustan, tiene la gratificación de sentirme útil y necesario, así como un aprendizaje intrínseco.
-Responsabilidad y empoderamiento: Saber que la tarea que he de desarrollar dentro de nuestro proyecto común es necesaria, me lleva a desarrollar estos dos valores tan necesarios en la educación.
¿Cómo conseguir este proyecto plural y compartido entre todos los miembros de la comunidad educativa? Quizás no consigamos todos los objetivos que nos proponemos, pero sí comenzar a cambiar determinadas actitudes hacia nuestros menores, como pueden ser:
-Empatizar, estar a su altura con sus mismas miras, intentar tener en cuenta sus percepciones. Como ya sabemos, los niños tienen una “lógica privada”, siendo grandes observadores sin embargo “malos” intérpretes.
-Hemos de considerar la individualidad de cada niño y niña. Tomar contacto con ellos, con su entorno, sus familias, nos dará pistas de comportamientos y motivaciones.
-Hacerles partícipes en la planificación y organización, asumiendo responsabilidades, nos ayudará a ser conscientes de que todos estamos juntos en este proyecto común.
-Aceptar el error como experiencia de aprendizaje, evitando buscar culpables y centrarnos en soluciones.
-Compartir experiencias, como medio de aprendizaje y de pertenencia.
-Validar sus emociones, intentando encontrar su significado y aportar herramientas para su manejo y control.
-Centrarnos en el disfrute e ilusión compartido entre niños y niñas, profes y padres y madres, nos ayuda a generar expectativas comunes, centrándonos en las oportunidades de aprendizaje.
Por ello, desde Programa Despierta queremos desearos y acompañaros en este curso que promete ser “CASI” perfecto.