La baja tolerancia a la frustración es una de las características que suelen preocupar a las familias y equipos educativos. Las causas son diversas y dependen tanto del contexto como del individuo, por lo que su abordaje dependerá de éstas, no existiendo un criterio único para la intervención.
En la investigación, la presencia de baja tolerancia a la frustración en niños con altas capacidades ha sido objeto de interés. La existencia de frustración aparece cuando su esfuerzo no es reconocido y puede derivar en falta de confianza en los estudiantes, provocando temor a relacionarse por miedo a las burlas. En distintas investigaciones, describen la baja tolerancia a la frustración y la tendencia responder al estrés con caminos poco maduros como un elemento característico de los niños altamente dotados. La autoestima y autoconcepto es uno de los muchos factores que se pueden ver afectados debido a una baja tolerancia a la frustración.
Entre las muchas variables que entran en juego y que provocan esta reacción en los niños y niñas con altas capacidades, se exponen a continuación las más importantes:
Una baja habilidad para detectar y expresar de un modo adecuado las emociones es la variable que más influye en la baja tolerancia a la frustración.
La identificación de las emociones es fundamental para alcanzar adecuados niveles de tolerancia junto con un buen autoconocimiento y una buena autorregulación emocional. Es decir, cuanto menor sea la habilidad del alumnado con altas capacidades a la hora de identificar sus propias emociones, menor autoconocimiento presente y menos autorregulación de las emociones exista, habrá una mayor probabilidad de desarrollar baja tolerancia a la frustración.
Cuando una persona posee un control adecuado de impulsos, nos referimos a que presenta una habilidad para resistir o posponer la consecución de un impulso, energía o tentación de actuar. Cuando el alumnado con altas capacidades no sabe contener esos impulsos, la pérdida de control puede favorecer a la aparición de la baja tolerancia a la frustración. Así pues, si la persona adquiere las habilidades necesarias para mantener la calma ante una situación crítica, podrá desarrollar mayor tolerancia.
La ansiedad se puede definir como una respuesta de miedo intenso e irracional, dirigida a una actividad u objeto determinado que lleva a conductas de evitación (fobia) o estados de pánicos persistentes y generalizados. Son respuestas inadaptadas del miedo. Se relaciona con la frustración de forma positiva.
La percepción de una gran discrepancia entre lo que se espera y lo que se recibe puede ser motivo para provocar una respuesta de frustración. Cuando lo que sucede ante un hecho es peor de lo que se pensaba se producen efectos emocionales, cognitivos comportamentales y neurales de frustración.
Las atribuciones y el locus de control externo influyen de forma directa. Cuando una persona tiene locus de control externo o estilo atribucional externo (consideran que no son responsables de la situación y se debe a factores externos que no tienen nada que ver con sus acciones) es más probable que manifieste un estado de frustración. En cambio, un estilo atribucional interno o locus de control interno (la persona cree que de algún modo es responsable de una situación o circunstancia) no se relaciona con la aparición de este tipo de respuesta.
Las investigaciones sugieren que la aparición, intensidad y duración del estado de frustración entorno a un hecho o situación se trata de una respuesta aversiva incondicionada, es decir, cuando nace la respuesta de frustración ante la eliminación de un reforzador va a ser la misma independientemente de la cultura, pero esta acción se modula posteriormente por medio del aprendizaje.
La interpretación de un suceso es clave porque puede modular las distintas respuestas en una misma situación. En ocasiones el estado de frustración aparece cuando se considera que ese hecho o suceso es un obstáculo imposible de franquear o se sienten juzgados, presentando una tendencia al pensamiento catastrófico. La rumiación tiene como consecuencia una mayor probabilidad de la aparición de frustración. En cambio, si el individuo adquiere mecanismos de interpretación y acepta la situación, la analiza desde otra perspectiva o la reinterpreta positivamente habrá menos probabilidad de que suceda una respuesta de frustración.
Entendemos adaptabilidad como un término semejante a resiliencia. Cuanta más la presente una persona con altas capacidades para superar obstáculos o adversidades y reaccionar de forma adaptativa al ambiente, menos será la frustración experimentada.
Ante una situación difícil, los perfiles que muestran baja tolerancia a la frustración presentan una baja habilidad para la solución de problemas. La elaboración de alternativas mediante la creatividad y la flexibilidad, propician la producción de alternativas o herramientas de respuesta eficaces.
Otra de las causas que se añaden a este listado son las bajas competencias sociales, como por ejemplo la baja empatía o la dificultad en la comunicación, pues se relacionan positivamente con la aparición de la frustración. La dificultad de ponerse en el punto de vista del otro y la falta de comprensión, puede ser una dificultad añadida para no entender la situación y desencadenar dicho estado.
La ejecución satisfactoria de las tareas, en muchas ocasiones sin esfuerzo, puede llevar a los niños y niñas con altas capacidades a considerar que siempre “pueden ganar”. Estas situaciones cierran la oportunidad de experimentar experiencias de fracaso. El contexto es todavía más complejo cuando los niños y niñas con altas capacidades tienen elevadas metas de rendimiento. La combinación de ambas exige que se modele el proceso de reconocimiento del fracaso como parte del proceso de aprendizaje orientado a su mejora.
La baja tolerancia a la frustración es una reacción que repercute en la autoestima y en el bienestar del niño o niña que lo experimenta, especialmente en las altas capacidades. Identificar la causa es el primer paso para proporcionar una respuesta psicológica o educativa en su caso, ahora sabiendo, que los factores que contribuyen a su aparición pueden modificarse con ayuda profesional y colaboración del entorno educativo e implicación de la familia.
Gisela Ibiza – Psicóloga Especialista en Altas Capacidades
Programa Despierta Valencia